La consulta individual, de pareja o como grupo familiar, brinda un entorno agradable y seguro, donde expresar las inquietudes y dificultades, adentrándose en las posibles causas que impiden o dificultan sentir plenitud en nuestra vida. Este ambiente distendido, de comprensión y acompañamiento profesional facilita el esclarecimiento de las circunstancias, los condicionantes previos y la evolución de la problemática que acongoja. Sacar de nuestro interior aquello que nos aflige, por una parte otorga la posibilidad de ser conscientes de cómo nos sentimos, así podemos empezar a analizar qué nos pasa. A su vez, poner palabras a todo esto, ayuda a organizar el pensamiento. Este es el primer paso para intentar buscar soluciones.
El lenguaje tiene una doble vertiente: por una parte, es un medio de expresión de sentimientos y emociones. A través de la palabra transmitimos pensamientos, creencias, convicciones, etc.; pero a su vez el lenguaje tiene un componente configurador en nuestra percepción.
De esta forma, qué decimos y cómo lo decimos proporciona mucha información y, al mismo tiempo, es un medio en el que podemos aprender a desenvolvernos para construir nuevos discursos, más sanos y gratificantes.
Actuando desde diferentes frentes, se pueden resolver cuestiones complejas. Un enfoque holístico, global en la intervención, permite recoger todas las variables que atraviesan la cuestión a tratar. En unos casos será necesario fragmentar los aspectos a tratar, para posteriormente volver a englobar las cuestiones, dando coherencia y consistencia al tratamiento. Este método habilita el hallazgo de vías de solución. Si además entendemos cómo ha sido el procedimiento, de qué forma hemos podido llegar hasta nuestro objetivo y aprendemos a gestionarlo, no sólo podremos llegar a buen puerto a corto plazo, también habremos adquirido las competencias necesarias para afrontar futuros conflictos.